La cultura HEAT
Por: Dr. Manuel Ramos y Dra. Sandra Verde
Vámonos de historia.
MONEYBALL es una película basada en la historia real de Billy Beane (Brad Pitt), una prometedora estrella del béisbol que, incitado por el fracaso de no haber demostrado en el campo todo lo que se esperaba de él, enfocó toda su naturaleza competitiva hacia el área de la dirección de equipos. Al comienzo de la temporada 2002, Billy se enfrenta a una situación deprimente: su modesto equipo, los Oakland Athletic, ha perdido, una vez más, a sus mejores jugadores a manos de los clubes grandes en razón a los contratos millonarios que ofrecen y él tiene que reconstruirlo con sólo un tercio del presupuesto. Decidido a ganar, busca opciones fuera del mundo del béisbol y topa con las teorías innovadoras de Bill James. Es entonces cuando se decide a contratar a Peter Brand (Jonah Hill), un economista de Yale, inteligente y con talento para los números. Juntos se enfrentan a las teorías establecidas para medir la actividad en el juego y las reexaminan apoyándose en el análisis estadístico por ordenador, hasta entonces despreciado por la clase dirigente del béisbol. Llegan a conclusiones que desafían la imaginación y van a por jugadores descartados por los demás por raros, mayores, lesionados o problemáticos, pero con habilidades claves poco valoradas. A medida que Billy y Peter avanzan, sus nuevos métodos y su lista de «inútiles» irritan a la vieja guardia. (lahiguera.net)
La historia precedente nos sirve para adentrarnos en lo que está detrás del título de este artículo, dado que allí se habla de un antecedente a la visión que hemos de exponer.
La ‘Heat Culture’ está basada en el trabajo duro. El esfuerzo físico es la base de partida para ir logrando el rendimiento a través del entrenamiento exigente y la condición atlética mantenida con vida sana. A partir de allí se potencian las cualidades emocionales y anímicas de jugadores vistos como del montón o que incluso han sido rechazados por otros equipos top de la NBA.
Así, dentro de una ruta de paciencia y valoración, se va generando el molde integral de una actitud positiva para enfrentar los momentos adversos, desarrollando simultáneamente mecanismos racionales para asimilar tranquila y analíticamente el presente. Es la vía para aprender en qué se falló y en que mejorar para tener gran rendimiento en el juego posterior o hasta en la temporada siguiente.
Por esto algunos la definen como: “la prueba de que el trabajo duro suple al talento y nos hace creer en sí mismos, sin importar que las cosas no salgan”.
Julián Mozo, periodista con 24 años de experiencia en el tema del baloncesto y quien hace poco fue designado Director de Comunicaciones de la Confederación Argentina de Basquetbol, ha emitido una rotunda opinión al ser interrogado sobre las características muy particulares que exhibe el Miami Heats: “Este Heat es el anti-héroe; al menos para muchos en USA. No juega lindo, no hay tanto alley oop, volcadas espectaculares, triples a la carrera, no hay clichés de lujo.
Hay básquet a la vieja usanza. Con defensa dura y hasta áspera, con una ofensiva de pases, de buscar el mejor tiro; siempre pensando primero en el equipo. Es la cultura Riley, la que instauró el Padrino cuando llegó como Presidente del equipo en 1995 y nunca, ni en los peores momentos, ha abandonado. Es competir, siempre, con disciplina, profesionalismo y trabajo colectivo como baluartes.”
De las narrativas anteriores se puede inferir que dentro del manejo de un ente deportivo moderno e inmerso en una red organizacional compleja, además de las tareas inherentes al entrenamiento y la preparación física, es indispensable introducir motivaciones dirigidas a potenciar los factores de optimización grupal.
Ahora bien, al aludir ello no nos estamos refiriendo a las tareas técnicas que comúnmente observamos cuando los técnicos ajustan esquemas y corrigen percepciones al calor del propio evento. Estamos denotando un nivel, si se quiere abstracto, no mesurable dentro de una acepción relativa a “suma de partes”.
Cuando en esta nota se trae a colación hechos deportivos que apasionan por ser parte de nuestra pertenencia social y ciudadana, estamos valorando un suprasentimiento de cohesión sembrado y desarrollado como mística colectiva y que está por encima de la obviamente requerida y necesaria praxis colaborativa.
Al arribar a ese nivel estamos en el plano de la Inteligencia Colectiva, en el ámbito donde se amalgaman los conocimientos y las capacidades del conjunto para generar actitudes y emociones que consiguen los llamados resultados “sorprendentes”, esos que trastocan esquemas y pronósticos.
Lo hemos visto y lo estamos viendo: equipos que analizados sobre el papel muestran irrebatible superioridad, tanto por su récord colectivo como por la performance de cada uno de sus integrantes, pero a los cuales hemos visto vencidos por formaciones más cohesionadas en el plano grupal donde se ha arraigado el reconocimiento y el enriquecimiento mutuo, no el culto de comunidades fetichizadas que han dado lugar a totalitarismos. (LÉVY, Pierre, 2004)
A través de un ejemplo de contenido emotivo como es la adhesión a un grupo o equipo deportivo, visualizamos mucho mejor la importancia de enfatizar y ahondar en la temática de la Inteligencia Colectiva. Este nicho del conocimiento ha llegado a configurarse como un campo multidisciplinario desde donde se trasciende a la globalidad inteligente a través del reconocimiento y el enriquecimiento mutuo, en el cual, como clave, todos aportan y todos se retroalimentan. Del mismo modo, muchas personas optan por estudia mientras trabajas para desarrollar sus capacidades, equilibrando sus responsabilidades diarias con su crecimiento personal y profesional.
Referencias bibliográficas
CINEMANIA // lahiguera.net
LÉVY, Pierre (, 2004) “La Inteligencia Colectiva. Hacia una antropología del ciberespacio”. Washington